Carta mensual del Padre Mike
Enero 2022
Querido Cofrade,
Que la Gracia y la Paz del Espíritu Santo estén con nosotros siempre.
Les deseo a todos un feliz y bendecido año nuevo. A medida que la temporada navideña pasa al espejo retrovisor, recordemos los dones de la temporada, la convocatoria de nuestra espiritualidad para abrazar el misterio de la Encarnación como hacemos cada martes, y para hacer nuestra la obra de la Navidad como dice el poema de Howard Thurman, «para encontrar a los perdidos, para curar a los rotos, para alimentar a los hambrientos, para liberar a los prisioneros, para construir las naciones, para llevar la paz entre los demás, para hacer música en el corazón».
Incluso al comenzar un nuevo año, todos seguimos lidiando con la pandemia mundial y su impacto en nosotros y en las personas a las que servimos. Yo, como cada uno de ustedes, me he cansado de los protocolos, las restricciones, las máscaras y el impacto que ha tenido en nuestra capacidad de reunirnos. La decisión de trasladar la Asamblea Internacional, ya aplazada una vez, a un evento virtual fue especialmente difícil para el Consejo y para mí. La esperanza que todos sentíamos hace unos meses se ha visto pospuesta por una variante muy contagiosa.
El peligro en todo esto es una tendencia creciente a replegarse, a hacerlo todo por nosotros mismos, a dejar de hacer esfuerzos para encontrar a los demás y hacer cosas juntos. El aislamiento ha agudizado la crisis de adicción, ha enviado a más familias a huir de su país de origen y a buscar la seguridad económica en otros lugares. Los niños se han visto especialmente afectados, ya que las escuelas cierran o se vuelven virtuales y la necesidad crítica de socialización de los jóvenes queda en suspenso. A nivel global o internacional, esto puede tener consecuencias nefastas, ya que se evita el diálogo, se toman atajos y se profundizan los conflictos y las divisiones en lugares como Siria, Etiopía, Haití y muchos de los lugares a los que servimos.
Aunque todo esto pueda parecer funesto, la temporada navideña que acabamos de concluir nos trae un mensaje de esperanza infinita, «porque nos ha nacido un niño» (Is. 9:6). Es la palabra de Dios, que se convirtió en un bebé, que tomó nuestra carne y entró humildemente en nuestro mundo para estar con nosotros, para asumir nuestras cargas y para invitarnos a escuchar a Dios hablar.
A medida que entramos en este nuevo año 2022, recemos unos por otros, escuchémonos unos a otros, especialmente ahora, que nos encontramos todavía en medio de esta pandemia mundial. Dejemos que el mensaje del nacimiento del Salvador, la fuente de la verdadera paz resuene en nuestros corazones, incluso mientras seguimos lidiando con estas luchas. Sigamos escuchando el grito de los pobres, el grito de unos y otros, y seamos una fuente de luz y apoyo para todos. Gracias por lo que cada uno hace por los demás en su ministerio diario. Bendiciones.
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En la Santísima Trinidad,
Michael K. Barth, S.T.
Custodio General