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Queridos Hermanos,
¡Que la Gracia y la Paz del Espíritu Santo estén con nosotros para siempre!
Como saben todos ustedes, pronto comenzamos nuestro viaje de Cuaresma – Miércoles de Ceniza, el 26 de febrero. Este viaje nos llevará a nuestra celebración de la Resurrección el Domingo de Pascua el 12 de abril. Tanto nuestra espiritualidad del Cenáculo, así como también la de la Iglesia, nos invitan a entrar en este tiempo de conversión a través de la oración, el ayuno, mayor caridad, y servicio a los necesitados. El Papa Francisco, en su mensaje de Cuaresma este año, reafirma este llamado diciendo: “Esta temporada nos llama urgentemente a la conversión. Se les pide a los cristianos que regresen a Dios “con todo su corazón” (Joel 2:12), para rehusarse a conformarse con la mediocridad y crecer en amistad con el Señor Jesús, el amigo fiel que nunca nos abandona. Incluso cuando pecamos, El espera pacientemente nuestro regreso; por esa expectativa paciente, nos muestra su disposición a perdonar”.
Francisco, en su mensaje, usa este año la parábola del hombre rico y Lázaro (Lucas 16,19-31) para su reflexión. Lázaro, dice, nos enseña que las otras personas son un regalo. Incluso los pobres en la puerta no deben ser vistos como una molestia, sino una llamada a la conversión, y al cambio. La Cuaresma nos invita, una vez más, a abrir las puertas de nuestros corazones a los demás porque cada persona es un regalo. El corazón del hombre rico estaba cerrado, deseando, preferiblemente, disfrutar de sus riquezas, comodidades, el estado social, y el privilegio que tiene. En lugar de ser un instrumento de servicio para el bien, sus posesiones no dejaban lugar para el amor. La apariencia del hombre rico enmascaraba su interior vacío.
Mientras leía el mensaje de Francisco, fui llamado a reflexionar sobre nuestra propia vida. Me acordé del día 12 de los Ejercicios Espirituales del Cenáculo Misionero, en el que estamos llamados, como religiosos consagrados, a reflexionar sobre el seguimiento Jesús, el pobre del Calvario, desnudo y abandonado. Nuestro Voto de Pobreza nos ofrece la oportunidad de evitar caer en la trampa del hombre rico en el Evangelio, a darnos cuenta de que todo es un regalo, y que nuestra posesión más grande es la plenitud que nuestra fe y nuestra vida común nos ofrece. En 1930, en una Conferencia a los Siervos Misioneros, el P. Judge dice: “Piensen en la sangre que ha sido derramada por dinero, y que todavía está fluyendo. Todos los días se cometen nuevos delitos a causa de la avaricia. El dinero, la riqueza, la abundancia – atraen mucho al corazón humano, por lo tanto, no podemos ser indiferentes al Dios de las riquezas – este Dios que hace ricos a sus amigos. El se hizo pobre para que pudiéramos volvernos ricos… Esta es la esencia de la Santa Pobreza: liberar nuestros afectos: hacernos reconocer que todo lo que se debe hacer debe ser en comparación con las cosas de Jesucristo”.
En la comunidad, y a través de nuestros votos, somos convocados para ver a los demás como un regalo, no solo a aquellos a quienes servimos o que vienen a nuestra puerta, sino al hermano que está a nuestro lado, el que nos pone nerviosos, cuyas fallas podemos señalar tan fácilmente. Ellos, al igual que los pobres, son una llamada a la conversión, y el cambio, para ofrecer nuestros corazones a ellos como un regalo.
Entonces, utilicemos este tiempo santo para renovar nuestro encuentro con Cristo, con su Palabra, con los sacramentos, y con nuestro vecino. Que el Espíritu Santo nos lleve a un verdadero camino de conversión, entonces seremos capaces de experimentar, y compartir plenamente la alegría de la Pascua. El Comité de Vida Espiritual pronto estará ofreciendo una reflexión que nos ayude, y a nuestros Cenáculos, en esta renovación. Bendiciones,
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En la Santísima Trinidad,
Michael K. Barth, ST
Custodio General